ARGUYE DE INCONSECUENTES EL GUSTO Y LA CENSURA DE LOS HOMBRES QUE EN LAS MUJERES ACUSAN LO QUE CAUSAN

Hoy disfrutamos de  los versos de una escritora mexicana del Siglo de Oro, admiradora y seguidora de Góngora y Quevedo, considerada por algunos expertos como una precursora del feminismo.
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, más conocida como sor Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1648​-Ciudad de México, 17 de abril de 1695).


Aprendió a leer y escribir a los tres años. Aficionada a los libros desde edad muy temprana, sobre todo teología y los textos griegos y romanos clásicos. Escribió una loa eucarística a los ocho años. Fue dama de la virreina Marquesa de Mancera. Intentó infructuosamente asistir a la Universidad disfrazada de hombre, puesto que estaba vetada a las mujeres.
Ingresó a la orden de las Carmelitas, pero no se adaptó a su rigidez, optando finalmente por la orden de las Jerónimas. Allí fue administradora del Convento y se dedicó a escribir textos literarios, actividad que le fue cuestionada por su confesor, Antonio Núñez de Miranda, por no ser adecuada a su condición de mujer y religiosa.
En este bello poema, sor Juana Inés señala la incongruencia de muchos hombres que critican en las mujeres por las mismas faltas que ellos les inducen a cometer. Un tema sorprendentemente actual.

REDONDILLAS: “ARGUYE DE INCONSECUENTES EL GUSTO Y LA CENSURA DE LOS HOMBRES QUE EN LAS MUJERES ACUSAN LO QUE CAUSAN”

Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.


Algunos de sus biógrafos mantienen que no era su devoción religiosa la que le llevó a abrazar la vida monástica, sino su deseo de escapar al matrimonio, ya que no quería depender de un marido.
Fue apoyada en todo momento por las virreinas a quienes les dedicó muchas de sus poesías, y con su apoyo, logró despedir a su confesor lo que se expresa en la "Carta al padre Núñez", escrita alrededor del año 1682.
También se sospecha que estuvo enamorada de la virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes a la que dedicó hermosos poemas.

Yo adoro a Lisi, pero no pretendo
que Lisi corresponda mi fineza;
pues si juzgo posible su belleza,
a su decoro y mi aprehensión ofendo.

En 1690, el obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz, le editó su Carta Athenagórica (o crítica del sermón del Mandato). Esta obra teológica, fue calificada como profana por su confesor, quien le dirigió una recomendación de no alejarse del espíritu religioso en "Carta de Sor Filotea", nombre que adoptó Antonio Núñez de Miranda como seudónimo. La "Respuesta a Sor Filotea de la Cruz" por parte de Sor Juana (1691) en contestación a la Carta del obispo, es una expresión de sus convicciones del derecho de las mujeres a expresarse con toda libertad. Sin embargo, esto tendría consecuencias negativas, ya que posteriormente debió renunciar a su Biblioteca, integrada por aproximadamente 4.000 volúmenes, lo mismo que a sus instrumentos musicales (amaba la música y escribió un tratado sobre el tema, "El caracol", obra que se halla desaparecida) para no ser objeto de juicio por los Tribunales de la Inquisición.



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