Los libros afilan el pensamiento hasta cercenar la cerrazón y entrever transparencia. Entornan la puerta a esa estancia íntima donde el silencio es diálogo y la soledad exquisita compañía. Un libro abierto entre las manos nos diferencia porque la lectura nos hace librepensadores. Es decir, miembros de esa conspiración silenciosa frente a la insoportable y asoladora mediocridad. Leer comporta responsabilidad: florecer en los otros la eterna primavera del lenguaje con la sensibilidad nutrida de conocimiento
Texto. Pedro Luis Ibáñez Lérida.
Pintura. Niña Leyendo. Charlotte S. Weeks.1890.
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